disolver

2018-03-19T07:05:29+00:00 31 agosto, 2011|2011, Barcelona, España, Mar mediterráneo|

Imma deja los cabos de nuestro amarre en Garraf y sube a la proa. Porque esta vez, los amarres se quedan en el yate, y no en el puerto. El momento grande está ahí, definitivamente.

El principio. ¡Ir por el mundo!

El final de los preparativos de largos meses. Listas eternamente largas, que en lugar de quedar más cortas cada vez son mas largas. Increíble, cuantas cosas se acumulan en el transcurso de los años. Contratos de arrendamientos, seguros, subscripciones, obligaciones por aquí y por allá, el ADSL, el teléfono, la televisión de pago… Increíble que aparentemente todo eso era imprescindible para vivir. También descubrimos sorpresas vergonzosas; alegremente hemos pagado el ADSL doblemente a dos proveedores diferentes. ¿Éramos entonces realmente tan tontos?

Además, hasta ahora he estado completamente volcado en mi vida laboral. La finalización de mi empleo como profesor de arquitectura en la HSZ-T en Zúrich y la venta parcial de mi compañía G¬A Barcelona. Ante todo mis pretensiones eran: ¿cómo terminar estos compromisos dignamente y con estilo?

Recuerdo con cariño la última tarde con mis estudiantes y compañeros de trabajo en Zúrich. Me sentí muy emotivo, sentimental: ¿En el futuro voy a echar de menos mi trabajo como catedrático de arquitectura? No dejo mi cátedra por obligación o porque no me gusta más el trabajo (¡al contrario!). Sino «simplemente» porque quiero navegar alrededor del mundo.

G¬A Barcelona mi otro «hijo» vocacional, también debe ser regulado. Empecé hace 18 años a solas en la mesa de la cocina en mi apartamento pequeño en la Barceloneta con la idea de ofrecer guías a los arquitectos que visitan la ciudad condal. Cuatro años mas tarde empecé la cooperación internacional con Thomas Krüger de Berlín. Y ahora, mi “bebé” es una red global con 33 miembros (www.guiding-arquitectos.net). Afortunadamente encontré con Uli Kölle un socio competente que continúa la empresa en Barcelona como un director. Hasta que regresamos, sea cuando sea…

«Disuelve» fueron llamados todos estos temas en nuestras listas. Definitivamente, nos parece es lo más difícil en la preparación para un velero transatlántico. No la adaptación técnica (¡también complejo!) de nuestro yate para el proyecto. No los aprendizajes adicionales como comunicación a bordo, la seguridad, etcétera… Lo más difícil para un futuro navegante transoceánico es: ¿cómo soluciono todas estas obligaciones de la vida «cotidiana” y familiares (sobre todo muy estrecho de parte de Imma con hija y padres) ?

En los momentos de dudas de todas estas complejidades nos ayudó lo que de todas formas es lo mas importante en la vida: soñar. Así lo pensamos como Marc Twain:

En veinte años estarás más desilusionado sobre las cosas

que no hiciste, que sobre las cosas que sí hiciste.

Pues, abre los nudos, zarpa del puerto seguro.

Aprovecha los vientos de los alisios en tus velas. Explora. Sueña.

Pues, Imma deja los cabos de nuestro amarre en Garraf y sube a la proa. Andamos despacio por el puerto. La hija Alba y varios buenos amigos están en el pantalán para despedirnos. Tengo lágrimas en mis ojos, y simultáneamente bailo desenfrenadamente con Imma en la proa del barco. ¡Definitivamente! ¡Increíble! Ahora, empieza todo. Rumbo Baleares, Caribe, Polinesia…

Y en cuando ya no nos puede ver el comité de despedida desde el puerto, cambiamos el rumbo bruscamente. La primera travesía de los honorables futuros navegantes transoceánicos consiste en gloriosos 0,4 millas náuticas. Concretamente a la gasolinera de Ginesta, el de puerto justo al lado de Garraf. Olvidamos de llenar los depósitos antes de zarpar.

 

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